Camely: donde florecen los sabores y los sueños

Un rincón escondido en Puntalés Bajo.

Hay lugares que no se cuentan, se viven. Así es Camely, una finca ubicada en la comunidad de Puntalés Bajo, en la parroquia de Los Andes, cantón Bolívar. Desde que llegas, puedes sentir algo muy especial en el aire. Puede ser el aroma de los duraznos maduros, el murmullo del viento entre los árboles frutales o la sonrisa sincera de quienes te reciben. Camely no es una finca cualquiera: es un hogar hecho tierra.

Y ese hogar tiene nombre y rostro: Mary Herrera, la anfitriona que con calidez y sabiduría nos abre las puertas de este pequeño paraíso.

Un clima que acaricia el alma

El clima en esta zona es templado, perfecto. Ni frío que te obligue a esconder las manos en los bolsillos, ni calor que pese sobre la espalda. Es el tipo de clima que te invita a quedarte, a caminar despacio, a mirar el cielo sin apuro. Respirar aquí es diferente: el aire está limpio, perfumado por la naturaleza, por la vida que brota en cada rincón.

Frutas, verduras y algo más

En Camely, los cultivos crecen como crecen los sueños: con cuidado, paciencia y mucho amor. Los duraznos cuelgan de sus ramas como pequeños soles. Las manzanas rojas, perfectas y jugosas, te invitan a probarlas directo del árbol. Y caminando un poco, también hay espacio para lo esencial: cebolla, arveja, fréjol, limón, mandarina, aguacate…

Cada cultivo tiene su propio espacio, su propio ritmo. Y ver cómo todo convive en armonía es una lección silenciosa de respeto por la tierra. Aquí no hay prisa. Solo estaciones que marcan el ritmo de la vida.

Conejos y cuyes: los otros protagonistas

Pero la vida en Camely no solo brota del suelo. También salta, corre y se asoma tímidamente desde pequeños rincones: conejos y cuyes, bien cuidados, bien alimentados. Son parte de la familia, no solo de la finca. Observándolos, uno entiende que este lugar no se rige por la productividad, sino por el equilibrio. Y en ese equilibrio también caben la ternura, la paciencia y la responsabilidad.

Paisajes que parecen pintados

Basta con levantar la vista para que los ojos se pierdan en la belleza del paisaje. Montañas suaves, verdes intensos, caminos de tierra que serpentean entre cultivos. Y más allá, el cielo: inmenso, limpio, con nubes que parecen hechas de algodón. Es fácil quedarse en silencio, solo observando. Esos paisajes no necesitan filtros. Solo atención.

Caminar por Camely es como entrar a una pintura que cambia con la luz. En la mañana, los colores son suaves; al atardecer, todo se baña de dorado. Y siempre hay algo que te sorprende: una flor silvestre, un ave que canta, una fruta que madura.

Una finca con corazón

Lo más bonito de este lugar no es lo que produce, sino cómo lo hace. Observar a mujeres sonriendo, transmitiendo energía de amor, dulzura y paciencia, mientras ponían en gavetas  los duraznos, me hace pensar que aquí todo tiene intención. Todo está hecho con las manos, con el tiempo que las cosas merecen. Nada es por obligación: es por amor a la tierra, a la familia, a la vida simple pero auténtica.

Durante la visita, uno siente que no solo observa, sino que forma parte de algo. Una charla con Mary, una fruta recién cortada, una caminata entre hileras de árboles… todo se vuelve una experiencia. Una forma de reconectar con lo esencial.

Una noche bajo las estrellas

¿Y si quisieras quedarte un poco más? En Camely también se puede acampar. La idea de armar una carpa entre árboles frutales, escuchar el canto de los grillos y despertar con los primeros rayos del sol, es tan mágica como suena. Mary lo hace posible, brindando un espacio seguro y acogedor para quienes quieren prolongar su conexión con este lugar.

Dormir bajo el cielo estrellado, al calor de una fogata, rodeado de naturaleza viva… es una experiencia que no se olvida.

Una invitación a volver

Cuando llegó la hora de irnos, no nos fuimos igual que llegamos. Las manos iban llenas de mandarinas, de manzanas, de duraznos frescos. Pero el corazón… ese iba aún más lleno. Lleno de gratitud, de calma, de esa sensación difícil de explicar que solo se siente cuando todo tiene sentido.

Camely no es solo una finca: es un refugio. Un lugar que te recuerda que la tierra da, pero también enseña. Que la vida puede ser sencilla y abundante al mismo tiempo. Que aún existen espacios donde la conexión con la naturaleza no es un lujo, sino una forma de vivir.

Y por eso, uno no dice “adiós” al salir de Camely. Solo dice: “hasta pronto”.

Artículo escrito por Lia | Instagram: @lia_hec | WhatsApp: +593 979881234 | Fotos: archivo personal.

Lia Herrera

Lia Herrera

Article written by Lia – Holistic Coaching | Instagram: @lia_hec | WhatsApp: +593 979881234 | Photos: personal file